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Permíteme no reírme
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Permíteme no reírme

Permíteme no reírme

En los últimos tiempos, cada vez sonrío menos de los chistes o comentarios machistas. Digo, «sonrío» porque nunca me causó gracia, ni risa. La risa, el humor que son inherentes a las capacidades humanas, es relativo en cada persona. Cada persona tiene su propio «sentido del humor» pero hay siempre límites, y los límites del humor son los valores. Aún así, a veces, por compromiso, esbozaba un pequeña sonrisa.

Lo interesante de la cuestión es que muchas veces la risa es liberadora de principios. El humor no es juzgado, porque entre lo que existe y lo que se está burlando hay una distancia discursiva dada por lo cómico.

Como hemos visto, humorismo es una manera de enjuiciar las situaciones con cierto distanciamiento ingenioso, burlón o, en apariencia, ligero y, aunque muy próximo a la comicidad, no es exactamente lo mismo.

Silvia Hernández Muñoz, El humor y su concepto. Humor, humorismo y comicidad.

Por humor se dejan pasar muchas cuestiones machistas que no divierten para nada. Paso a describir algunos casos.

Las mujeres «chocan» los sistemas: Dí a conocer hace unas semanas en Facebook un curso gratuito de formación para programadoras y recibí un comentario en el muro de un amigo (por cierto, programador, casado con una programadora) que compartió la información que publiqué. La cuestión es que uno de sus contactos respondió a mi comentario de «Necesitamos más programadoras» con un «Ni en pedo, chocan los sistemas». La verdad es que esta persona, hombre por cierto, hizo un comentario «gracioso», «liviano», tan socialmente avalado, como que las «mujeres son malas conductoras». Y cuando le señalé que su comentario era «machista», me respondió que «no tenía humor».

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Dado que la discusión se subía de tono y no sé quién es esta persona en la vida de mi amigo, no seguí discutiendo por las redes. Esta persona, realmente no vale la pena, pero la actitud y el comentario, y mi falta de humor son dignos de destacar. Mi humor termina cuando no avalo preconceptos que suponen el descrédito de mi género.

«Llorar como una nena»: Muchos de los que me conocen y lo conocen saben que tengo un marido feminista. No podría hacer lo que hago, ni cómo lo hago si no tuviera al mejor compañero, socio, cómplice de la vida. Por otro lado, soy mamá de varones, y creo que el mejor legado que puedo dejarle a las mujeres, dado que no me tocó ser mamá de una nena, es un par de hombres que las respeten y las traten como igual, simplemente porque somos iguales. Así que en casa los hijos son de los dos, los quehaceres son de los dos, los dos trabajamos y estudiamos. Siempre hablo de que mi pareja como un matrimonio igualitario aunque seamos personas de distinto sexo. Aún así… el otro día lo pesqué diciéndole a mi hijo mayor «Estás llorando todo el tiempo, como una nena». Comentario que me hirvió la sangre, a lo que yo contesté: «Por qué? Las mujeres lloramos distinto?». Así que veo por este caso, que la sociedad, si no prestamos atención, llega hasta la fibra más íntima y al hombre más inteligente.

Hay que hacer vigilancia constante para erradicar estos conceptos de nuestro discurso diario. Y que la risa sea liberadora, pero que no socave nuestros valores.

Photo via Visual hunt


Acerca de la autora: Nora Palladino es Directora Regional de Marketing de NXTP Labs. Lidera las iniciativas de género en el fondo. Especialista en relaciones públicas. Licenciada en Comunicación de la Universidad de Buenos Aires.